Trinidad

26 y 27 de Octubre de 2010

Madrugamos para coger el bus Viazul a la ciudad de Trinidad.

Viazul es la empresa de transportes en la que se pueden montar los turistas: buses nuevos y cómodos, y chinos por cierto! y con un precio 25 veces superior a los buses que usan los cubanos. La empresa Astro (le falta una C??), es la que usan los cubanos, con precios subvencionados, nosotros no podemos montarnos en estos buses que siempre van llenos y hay que reservar con bastante antelación.
Unas 6 horas de trayecto por carreteras con poquísimo tráfico, y llegamos a esa ciudad patrimonio de la humanidad.
Como suele suceder, la mujer de la casa de La Habana ya nos recomienda una casa aquí y les avisa para que nos vayan a recoger a la estación. Así que caminamos con el hijo de la dueña hasta llegar a esta casa colonial con patio y jardín, qué lujo! Y vaya merienda que nos prepara en un momento al llegar: aguacate, zumo, bocata, pastas… uno se siente abrumado ante una mesa tan bien puesta sabiendo lo que les cuesta conseguir según qué alimentos.
Después hemos cogido un coco-taxi para ir al «Valle de los Ingenios». Es un valle a las afueras, que antiguamente tenía enormes plantaciones de caña y torres que se usaban como miradores, y que también es patrimonio de la humanidad. Hemos podido subir hasta una de las pocas torres que quedan en pie para ver todo el valle desde lo alto.
A la vuelta a Trinidad, seguimos disfrutando de sus calles empedradas y casas coloniales, pero sobre todo de su música. Justo al lado de la Casa de la Trova, en una callejuela, hemos encontrado al grupo «Tradición Cubana» ensayando su repertorio de son, salsa, cha cha chá… y allí hemos estado hasta que ha caido la noche y han acabado.

Al día siguiente, hemos sucumbido a la sugerencia de Domingo, uno de los miembros del grupo, de ir a que nos den clases de percusión. No es un profesor muy teórico, más bien lleva el ritmo en la sangre, y nosotros no somos los alumnos más aventajados. Pero hemos disfrutado de una hora y media de clase, tocando la «tumbadora», e intentando seguir el ritmo del profe.

Después, hemos ido hasta la playa Ancón. Así que esto es el Caribe! arena blanca blanca, aguas turquesas turquesas, y la orilla bordeada por palmeras. Hemos disfrutado del día de playa, un bañito, un poco de sol..

Y a la hora de comer, como no podíamos pasar a los hoteles (nunca pensé que echaría de menos entrar en el todo incluido!), hemos comprado un coco: lo mejor para beber su agua y saciar nuestra sed; y comerlo, para saciar nuestro apetito aburridos de tanto masticar.
Para despedirnos de la ciudad, hemos ido a escuchar a nuestro grupo favorito al atardecer.